Historia de Sancti Spíritus del siglo XIII al XV
En el territorio ocupado por los toreses, en los últimos
años del siglo XII hacia el 1190, se fundó la iglesia parroquial de Sancti
Spíritus, fecha propuesta por Villar y Macías al no estar este templo incluido
en los antiguos códices del Fuero de Salamanca. Por otra parte, la advocación
de la iglesia hace pensar, como ha afirmado Julio González, que el origen de
los pobladores fuese zamorano.
En 1223 este barrio, donde estaba asentada la parroquia, se
encontraba bastante deshabitado, y por ello el rey Alfonso IX, el 22 de julio
del citado año, decidió entregarlo a la Orden de Santiago para que procediese a
su repoblación y fundasen un hospital de redención de cautivos. En el mismo
documento real se revelaba la existencia de un centro o casa espiritual, sin
definirse su carácter. Pero la Orden hizo caso omiso a las condiciones del
texto real, ya que la casa y la puebla pasaron a formar parte de una
encomienda, y con posterioridad fueron el centro de un monasterio femenino.
En esta donación el monarca, además de otorgarles el
territorio que comprendía desde la puerta de San Mateo hasta la de San
Cristóbal y la casa primitiva, les concedió un fuero para la puebla de Sancti
Spíritus, por el cual sus moradores quedaban exentos fiscal y judicialmente del
concejo salmantino.
Más tarde, el 18 de agosto de 1223, el Cabildo y el obispo
don Gonzalo decidieron entregar a la Orden de Santiago la iglesia que existía
en la zona, bajo la condición de que ésta no perdiera el carácter parroquial
que había tenido desde su fundación en 1190, y también estipularon las futuras
relaciones entre la Orden y el Cabildo en materia de jurisdicción eclesiástica,
para poder evitar los conflictos por los diezmos y otros derechos
eclesiásticos.
En marzo de 1224 se terminó el proceso de organización de la
puebla con el registro de los repobladores que realizaron los delegados reales
y con la ratificación del fuero por parte de Alfonso IX. Desde ese instante la
puebla se convirtió en señorío santiaguista, con una organización jurídica,
administrativa y económica dirigida por la Orden.
En estos años, en los que se habían producido las diferentes
donaciones reales y eclesiásticas, hay certeza de la existencia de la ermita de
Santa Ana, dentro del territorio de la puebla de Sancti Spíritus. En este
templo se practicaba un recogimiento voluntarlo de mujeres, esposas de
caballeros que se hallaban en contienda, y en muchos casos cuando quedaban
viudas permanecían en retiro durante el resto de su vida.
Estas beatas, según la tradición, fueron las primeras monjas
que más tarde constituirán el núcleo fundacional del convento en 1268. A estas
religiosas fue dirigido el privilegio que Fernando I otorgó en el 1030. En este
privilegio el rey comenta una visión que tuvo en la batalla de Compostela, por
la que le mandaban que el primer caballero que muriese en la lucha, donara
todas las rentas y lugares que tuviese al monasterio de Sancti Spíritus de la
ciudad de Salamanca, ya que gracias a las oraciones de las religiosas, el
monarca Iba a salir victorioso de la contienda. El rey prometió que así se
haría. En el transcurso de la lucha el primer caballero que murió fue Alvar
Sánchez, propietario del Castlel del Atalaya y Palomero, y por ello el monarca
les hizo donación de sus pertenencias y mandó que la abadesa pasara a llamarse
comendadora
.
La autenticidad de este documento fue puesta de manifiesto
en 1561, cuando el padre Mariana y el obispo Sandoval lo presentaron a Felipe
II, aunque éste lo ratificó reconociendo su falsedad. Existen una serie de
circunstancias que demuestran la poca credibilidad del texto, ya que en el 1030
Fernando I todavía no era rey, el puesto lo ocupaba Bermudo III que no moriría
hasta el 1037, tampoco Fernando podía dirigirse a sus hijos, como argumenta
Rades Andrada, porque no se había casado, lo haría más tarde con doña Sancha
hermana y sucesora de Bermudo III, del mismo modo en ninguna crónica se
conserva que se produjera la batalla de Compostela, y por último, la forma de
adquirir el Palomero y la Atalaya fue gracias a la donación practicada por
Alfonso IX en 1199 y 1203 respectivamente18.
Según Villar y Macías el objetivo de este privilegio fue la
Independencia que buscó el monasterio frente al maestre de la Orden y el rey.
Sin embargo, existe otra opinión compartida por María Echániz Sans que propone
que la falsificación se realizó en la primera mitad del siglo XVI, debida a la
serle de desamortizaciones eclesiásticas practicadas por Carlos I y Felipe II
en los patrimonios extremeños de las Órdenes de Santiago y Calatrava. Por tal
circunstancia las monjas se sintieron amenazadas con la pérdida de sus señoríos
en Cáceres, y realizaron este ficticio documento dándole un carácter real y
divino a sus posesiones.
Pero a pesar de todo lo expuesto, los fundadores, Martín
Alfonso y su mujer María Méndez pudieron compartir las inquietudes espirituales
de las mujeres salmantinas ya que Martín Alfonso fue tenente real de la ciudad
de Salamanca desde 1251 hasta 1270 en el reinado de Alfonso X. Así, la decisión
de fundar un convento femenino y ponerlo bajo patrocinio de la Orden de
Santiago, se debió en gran medida a la fuerte relación que se había estrechado
entre dicho matrimonio y la Orden desde 1259.
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