Un hito en la historia de la construcción de Salamanca: la Gran Vía ( Parte I)
A principios del siglo XX Salamanca era una ciudad de
discreto desarrollo industrial donde predominaban los talleres artesanales de
madera, cerámica y harinas. Este hecho determinó un modelo de crecimiento económico
basado en su condición de capital de una provincia eminentemente agrícola.
El estallido de la Guerra Civil y sus funestas consecuencias
apenas afectaron a la capital charra, ya que se adhirió tempranamente al
Alzamiento y, además, desempeñó un papel relevante en el conflicto por su
situación geográfica como epicentro del Nuevo Estado, de manera que sólo sufrió
un bombardeo en enero de 1938 (Calle y Redero 2009, 427-428).
De este modo, Salamanca se perfiló como una ciudad de
servicios en la que el sector educativo experimentó un gran desarrollo gracias
la incidencia la Universidad de Salamanca y la Pontificia de Salamanca, así como
el sanitario, comercial y del ocio, carácter que ha prevalecido hasta la fecha
actual,
Según la documentación
manejada, en 1900 residían en nuestra ciudad 25.690 habitantes, mientras que en
1920 estaban registradas 32.414 personas. A partir de esta fecha la urbe se
benefició del flujo constante de emigración proveniente del medio rural, que se
convirtió en la clase obrera y mano de obra de otras clases más pudientes. Así,
en 1930 vivían en Salamanca 46.867 habitantes y esta cifra se incrementó a
57.421 en 1935 como consecuencia del crecimiento vegetativo y el descenso de la
mortalidad (García 1976). Diez años después, en 1940, moraban en esta ciudad
71.872 vecinos, lo que supuso un aumento del cincuenta y tres por ciento con
respecto a 1930. Desde la década de los cincuenta el incremento demográfico se
ralentizó, ya que en 1950 había 80.239 personas censadas y en 1960 eran 90.498
los residentes en la capital (Izquierdo 2000, 52). Sin embargo, en 1970
Salamanca superó estas cifras al contabilizar en la capital a 125.220 personas.
A partir de entonces el número de habitantes no ha sido
constante, ya que en 1981 se registraron 167.131 habitantes, mientras que en
1990 descendieron a 162.037, aunque tan sólo un año después se cifró la
cantidad más alta de la década, estimada en 186.322 residentes, que descendieron
a 158.556 personas en el año 2000.
Este aumento demográfico supuso una transformación del
paisaje urbano. El encarecimiento progresivo del suelo en la zona centro obligó
a las clases obreras a fijar su residencia fuera de los límites del recinto
amurallado dando lugar a su Ensanche. Desde el Ayuntamiento se trató de
controlar este crecimiento de la ciudad, que en muchos casos se produjo de
manera anárquica, mediante la redacción de planes de urbanismo. La primera
tentativa databa del año 1925, fecha en la que el urbanista y arquitecto César
Cort Botí presentó una propuesta en la que defendía una ambiciosa intervención
urbanística en todo el término municipal en previsión de expansiones futuras
(Senabre 2002, 51-52; Díez 2003, 229).
Trece años después, en 1938, el Ayuntamiento, alarmado por
el descontrol urbanístico, solicitó la redacción de un Proyecto de Reforma
Interior y Ensanche, labor que desempeñó el facultativo Víctor D’Ors Pérez-Peix
(Miranda 1985, 47-65). La imprecisión y la contrariedad de los principios
defendidos en este plan justificaron que en 1940 y 1941 el Consistorio confiase
a los técnicos Francisco Moreno López y Eduardo Lozano Lardet la elaboración de
las ordenanzas de la ciudad.
En 1944 el Ayuntamiento aprobó el Plan de Reforma Interior y
Urbanización del Ensanche redactado por el ingeniero José Enrique Paz Maroto,
quien normalizó los criterios de construcción en el recinto interior de
Salamanca (Senabre 2002, 159). No obstante, una de las principales carencias
fue la falta de planificación de áreas de expansión, lo que justificó su
revisión en 1960 y la aprobación seis años después del Plan General de
Ordenación Urbana de Salamanca a cargo de los arquitectos Fernando Población del
Castillo y Francisco Pérez Arbués. En 1975 los facultativos Eduardo Mangada
Samaín y CarlosFerrán Alfaro lo reemplazaron al considerarlo poco adecuado a
los intereses de la ciudad, que finalmente fue sustituido en 1984 por el Plan
General de Ordenación Urbana, que fue modificado en 1995 en algunos aspectos
que habían quedado obsoletos.
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