EL CONVENTO EN EL S. XVI Y EL NUEVO CONVENTO DEL S. XVIII (PARTE III)
Una vez traspasada la portería se llegaba
al claustro existiendo en su lado este, Junto al coro, la escalera principal
que comunicaba las tres plantas.
En el ala sur del edificio, en el piso bajo
y con comunicación al claustro de planta rectangular, la primera dependencia
que se encontraba era la de la comendadora, que constaba de antesala, sala,
despacho, alcoba, pieza de labor, dormitorio de criadas, cocina y despensa;
seguida de ésta había un pasillo para la luz y la ventilación que separaba
otras cuatro habitaciones, para otras tantas religiosas. La primera de ellas
tenía comunicación con el claustro, mientras que las restantes no, y la luz les
llegaba gracias al patio triangular. Cada una de estas habitaciones tenía un
recibidor, sala, pieza de labor, alcoba, dormitorio de criadas, cocina y dos
despensas. El segundo piso de este ala sur se distribuía come el inferior, y en
él había cinco celdas iguales a las descritas con anterioridad, mientras que en
la última planta existían más diferencias y estaba ocupada por dos habitaciones
para las sargentas en primer lugar y después el noviciado y la enfermería.
En el lado norte del claustro, en las dos
primeras plantas, el arquitecto proyectó más habitaciones para las religiosas,
dejando la última planta de esta zona para el alojamiento de las sargentas.
Junto a estas celdas, en el primer piso, se disponía la despensa, y encima de
ésta en la segunda y tercera planta existía dos salas con la misma forma que
desempeñarían la función de rope ros.
Y en la parte oeste del patio rectangular,
en la primera planta estaba diseñado el anterefectorio, refectorio y una pieza
de repuesto; en la segunda planta la antesala del capítulo, la sala del
capítulo, y el tesoro; y en la tercera otras salas que servían de nuevo como
antesala del capítulo y archivo.
El patio triangular solo tenía acceso por
los lados sur y oeste. En esta última zona, en el piso bajo, estaba la cocina,
encima de ella una sala de visitas y en el último piso una sala de recreo para
las novicias. En el mismo lienzo había una escalera por la que se accedía a los
sótanos, la puerta de carros y las tres plantas del nuevo cenobio. El lado sur
de este patio estaba abierto con diferentes vanos para dar luz y ventilación a
las dependencias de las monjas, como hemos descrito con anterioridad.
En la planta baja, y adosado al lado norte
del edificio principal, Manuel
Martín Rodríguez proyectó una sola planta
con unas habitaciones para servicio de la comunidad. Aquí había una sala de
visita con su patio que tenía total independencia del monasterio, y además
estaba un corral para aves, el depósito de agua, y el solar de la casa del
horno con su respectivo patio.
Los diseños y dibujos están muy bien
delineados y se observa el acierto con
Que Caveda describió a este arquitecto
asegurando de él que «en la distribución y compartimento interior, en la buena
construcción, en acomodar los edificios a su destino, en darles un carácter
propio, ninguno, por ventura, de los contemporáneos de don Manuel Martín
Rodríguez le ha excedido».
El edificio estaba ejecutado en piedra, la
fábrica era de sillería en las dos
Últimas plantas y sótanos, mientras que el
primer piso era de sillarejo. El estilo que desarrolló dicho arquitecto en el
convento de Sancti Spíritus fue muy severo predominando las superficies lisas
sin elementos decorativos y con posible inspiración de El Escorial. Lo más
destacable estaba en su interior, el claustro.
Las ventanas de las dos primeras plantas
eran de mayor tamaño que las superiores, diseño que también repitió en el
proyecto del convento de San Gil en Madrid, existiendo entre ambos monasterios
unas similitudes sorprendentes, tanto en el claustro como en la organización de
las fachadas.
En cuanto a la construcción, este edificio
tuvo tres etapas bien diferenciadas desde 1793, cuando se comienza, hasta 1803.
Estas fases las hemos podido seguir gracias a un expediente de obra, en el que
se iban haciendo las oportunas descripciones.
La obra de la casa de Sancti Spíritus se
empezó bajo la dirección de Ramón Durán, quien había levantado un plan de
terreno para que Manuel Martín Rodríguez pudiese elaborar los dibujos y
demostraciones. Durán cobro 6.000 reales, pagados por el administrador del
convento Manuel de San Pedro, el día 8 de octubre de 1793, por el trabajo que
tuvo en el replanteo del convento y la estancia en Salamanca, ya que Durán
residía en Madrid. Su aparejador fue Pedro Sánchez, quien no siguió los planes
y demostraciones que habían sido configurados para la construcción.
El monasterio proyectado en una ladera
inclinada desde oriente a poniente debía tener dos entradas; la del este, que
estaba en la zona más alta, en la calle del Bodegón, y que serviría de portería
principal, estaría a nivel del patio; y la puerta del oeste se utilizaría como entrada
a los sótanos. Estos últimos, según el plan, no deberían sobrepasar el
claustro. El aparejador hizo caso omiso de las condiciones del diseño y
construyó los sótanos en todo el perímetro del edificio, para lo cual tuvo que
realizar una excavación cerca de los cimientos del coro de la iglesia, dejando
a éste en peligro de ruina, que pudo evitarse por la construcción de un muro de
contención. Al igual que hizo con los sótanos, la escalera principal del lado
este, cuyo nacimiento estaba proyectado a nivel del piso bajo, el aparejador la
hizo surgir desde los citados sótanos, novedades que no estaban contenidas en
los diseños. Tampoco siguió las instrucciones a la hora de hacer los cierres de
las diferentes dependencias del segundo piso, ya que utilizó bóvedas de
ladrillo y cal cuando estaba previsto que se pusiera un piso de vigas para
formar bovedillas.
El aparejador actuaba de forma despótica y
favorecía a los asentistas que le agradaban pasando por alto faltas en los
asientos, mezclas de cal y cimientos como reflejaba Durán en una carta que
dirigió a la junta de la obra el 6 de diciembre de 1796. Uno de estos
asentistas a los que favoreció el aparejador fue a Manuel Español, maestro de
obras, que realizó una escritura de ajuste y convenio con Manuel González, el
22 de agosto de 1794, por la que se obligaba a asentar toda la piedra de la
obra hasta su conclusión y poner a tres hombres de su cuenta, de los que por lo
menos uno de ellos debería ser experto asentista, y del agrado del aparejador
Pedro Sánchez. Por su parte Manuel González le compensaría con la cantidad de
tres reales de vellón por cada pieza asentada, mientras que las de las esquinas
se le pagarían a seis reales. Las ventanas también sufrieron un recorte
pagándose a 25 pies a Manuel Paniaguado sacador y asentador de ellas, y en
realidad solo tenían 16 pies.
Todas estas modificaciones y desfalcos
realizados por el aparejador se produjeron desde el comienzo de la obra, en
1793, hasta mayo de 1799 fecha en la que se iba a constituir otra junta de obras
debido a una serie de circunstancias: dos años antes, en 1797, había fallecido
Ramón Durán; el 31 de enero de 1799 moría Santos Robles, miembro de la junta; y
en mayo de 1799 Pedro Sánchez se marchaba a Oviedo bajo sospecha de haberse
apoderado de caudales de la obra. Todo ello motiva que solo quedara en la junta
Santos Canseco, y así el 19 de mayo de 1799 se constituía una nueva junta
incorporándose José Pérez de Piñuela y el nuevo arquitecto de la obra, Lesmes
Gabilán Sierra.
Desde 1793 hasta mayo de 1799 en la obra se
había construido la siguiente: “Se hallaban elevadas todas las paredes: y
cerradas de Bóveda todas las posesiones de los sótanos o piso bajo. Igualmente
se hallaban elevadas las paredes del segundo cuerpo, lo perteneciente a las
viviendas exteriores de los cuatro lienzos que miran a la cuesta de Sancti Spíritus,
plazuela de San Julián, calle de Carniceros; y lo que mira al jardín;
exceptuando las dos esquinas del ángulo obtuso, que se hallaban con pocas
hiladas sobre la Imposta; y parte de la esquina de ángulo recto, que mira a la Plazuela
de San Julián. Igualmente se hallaban cerradas de Bóveda las referidas
posesiones exteriores, exceptuando los complementos de dichas esquinas del ángulo
obtuso y la parte que mira al jardín”.
La siguiente etapa en la construcción se
prolongaría desde el 20 de mayo de 1799 hasta octubre de 1802 cuando muere
Lesmes Gabilán. En este periodo la junta propiciaría mediante nuevos ajustes la
rebaja del precio de la piedra de Calzadilla y el aprovechamiento de los
materiales de la fábrica anterior. Una vez tomadas las obras por Lesmes lo
primero que realiza es el 2interior del claustro” y cerrar de paredes los
encuentros de este con lo ya obrado. Elevar dichas esquinas y cerrar las
puertas y ventanas, que les correspondía”. Muy pronto, en enero de 1800, se da
cuenta de unas quiebras que se habían producido en las bóvedas realizadas por
el anterior aparejador, lo que pone en conocimiento de la junta, la cual le
encarga que realice un informe sobre el estado de la obra y proponga una
solución.
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